domingo, 20 de abril de 2014

¿Alternativa? (Fragmento de alma III)

21/03/14

Cada paso era un suplicio, sin embargo, no comprendía el motivo, ya que esa era la única decisión que podía considerar enteramente suya. Sabía que esa era la única manera de acabar el juego, de poner fin a su miserable existencia, pero aún así, ahora que por fin había encontrado la determinación necesaria para una última jugada, algo en su interior le creaba indecisión. Tal vez era el instinto de supervivencia; no, se dijo, era alguna otra cosa, pero ¿el que? Entonces lo vio, comprendió que aquello que tanto le había costado decidir era un error, ya que, sí, el mundo podría ser una mierda, sí, su vida también, pero había algo más, algo que le instigaba a vivir, tan sólo debía descubrir el que. Así que se decidió a encontrarle un sentido último a su existencia y, dicho sea de paso, a la vida, empezó por pensar en lo que podría aportarle el al mundo, pero en seguida vio que debía tener poder, o por lo menos fuerzas para dedicar su vida a algún tipo de investigación, y reconoció que, había tenido potencial, pero eso era agua pasada y ya quedaba atrás, ahora debía olvidarse de la vida con la que de niño había soñado. De este modo, el chico lo intentó desde otra perspectiva, pensó en el dolor que causaría a las personas que le rodeaban si daba el paso que se estaba planteando, pero de pronto echó a reír, diciéndose a si mismo que mejor dejaba ese tema de lado. Tan solo le quedaba su amor a la vida como excusa a la que aferrarse, y recordó que siempre había querido recorrer el mundo, ver tantos lugares como le fuera posible, y exprimir la vida hasta el punto que acabara saciado (y empachado) de ella, pero había un gran inconveniente: la soledad, y esto era algo que consideraba irónico, pues a él le encantaba estar asolas consigo mismo, pero sabía que eso no acabaría bien, y que si pretendía seguir viviendo con el experimentar la vida como único motivo, necesitaría encontrar a unas pocas personas que no le causaran la misma repulsión que su propia raza y con las que compartir sus pensamientos y emociones. Mientras pensaba esto, el chico había ido caminando hasta llegar al puente que conectaba la ciudad con la periferia, y ahora observaba, sentado en la barandilla, como titilaban las luces de la gran urbe, al tiempo que él hacía mecer sus pies sobre el lecho seco de un río. Genocidio casi global, pensó instintivamente, esa sería la solución, pero ya no podía esperar más, ni siquiera si se trataba de poder ver la semi-extinción de la humanidad, así que, con una sonrisa en el rostro, dio un último paso y cayó al vacío.

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