domingo, 31 de agosto de 2014

Ejercicio 01-El calcetín rojo

Sé que llevo un tiempo sin subir nada, pero lo que últimamente escribo lo considero incluso demasiado personal para publicarlo. Paralelamente a estos escritos solo para mí, he decidido comenzar una especie de curso de escritura creativa (más que curso, se trata de una serie de ejercicios; web donde encontrar dichos ejercicios).
El primer ejercicio se titula el calcetín rojo, y parte de la premisa "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo". La descripción del ejercicio la podéis encontrar aquí: Ficha 01

En primer lugar tengo que pensar en 5 quién y sus por qué para la premisa anterior, despues, debo elegir una de las cinco opciones y escribir una historia de, como mínimo 300 palabras.

  1. Pepe, un viejo mimo que lo necesitaba para ir a la plaza a trabajar, como llevaba haciendo cerca de diez años.
  2. Marc. un supersticioso joven que quería una prenda interior roja que no fuera el clásico calzoncillo, para comenzar el año nuevo
  3. Maica, una muchacha que tenía que completar su disfraz de Wally para desfilar en la cabalgata del pueblo.
  4. Roberto, un cuarentón fracaso al que habían contratado en unos grandes almacenes para hacer de Papa Noël.
  5. Laura, la madre de Raúl, un niño de siete años que lo necesitaba para ir a jugar la final del campeonato de fútbol.
Opción 2 (Marc).

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, hasta que lo encontró detrás del viejo baúl de madera que le había regalado su difunta abuela hacía ya seis años. Eran las nueve y media, así que quedaban escasos treinta minutos para la hora acordada con el conductor del micro-bus que debería llevarles a él y a sus amigos al salón-discoteca donde habrían de pasar la nochevieja. Se puso rápidamente los zapatos y fue al baño para mirarse al espejo por última vez aquella noche. -No estaba mal- se dijo, y se dirigió a la puerta, asegurándose antes de cerrar de haber cogido tanto las cartera como las llaves de la casa y del coche. Al bajar a la calle casi corrió hasta su vehículo, el tiempo apremiaba. Se sentó en su interior, introdujo la llave en la ranura y dio al contacto. Encendió los faro delanteros y maniobró para salir de la plaza de aparcamiento que estaba ocupando. Se dirigió al parking donde debería estar ya el autobús, y probablemente también sus amigos, pasando por la iluminadas calles de la ciudad, algunas de ellas con tantas luces que podría haberse dicho que era de día si uno hubiera evitado mirar hacia arriba para no ver los millares de coloridas bombillas. Llegó al aparcamiento pasadas las diez en cinco minutos, sin embargo aun faltaban un par de amigos, así que aun tendría que esperar. Aparcó cerca del grupo, que no superaba la quincena de integrantes, y bajó del coche justo para ver como entraba el último coche en el que venían el par de amigos que se habían retrasado incluso más que él. Se acercó al micro-bus y fue saludando una por una a todas las personas que allí se encontraban. Aspirando los perfumes con que le brindaban. Siempre lo hacía, le encantaban los olores, oler a las personas discretamente cuando pasaban a su lado por la calle o cuando se acercaban a saludarle. Por fin, tras haber aparcado, se acercó a ellos la última pareja, Jesús y Sara, los cuales repitieron el tedioso ritual de saludar a todo el mundo individualmente. Cuando acabaron los saludos y las pequeñas puyas para los tres que habían llegado más tarde que el resto, se encaminaron todos al interior del micro-bus, donde se palpaba en el aire la emoción por la prometedora noche que les esperaba.

I.

31/8/14

sábado, 2 de agosto de 2014

Sentimientos.

Sentimientos, ¿Acaso no puedo mantener con vosotros una relación normal? Normal. No hacéis más que ignorarme, y yo a vosotros (no es mi orgullo para conmigo una de mis virtudes) hasta el momento preciso en el que brutalmente nos reencontramos, chocando, y rompiéndome en mil y un pedazos. Pedazos agrietados y resquebrajados que cuidadosamente reúno, con la suicida esperanza de poder enfrentarme un día a vosotros y salir ileso. ¿Y mientras tanto qué? Ahí os halláis, sabiendo que os temo un poco más tras cada choque. No. No puedo permitirme otro fracaso. Mi alma se ha convertido en un puzle de demasiadas piezas repeliéndose entre ellas, independientemente de su polaridad. Esta vez debo vencer. No. No es una batalla. Debo unirme a vosotros, debo deshacerme para que seamos unos. Pero quizás, y es lo más probable, vosotros acabéis indiferentes como siempre, y yo, roto como nunca.
Iván Contreras
2/8/14