lunes, 12 de mayo de 2014

Confessionibus Inmortalibus II. (Fragmento de alma VI)

Los recuerdos se arremolinaban en su cabeza, provocándole una terrible confusión. ¿Qué era real? ¿Qué no lo era? Las escenas, ya fueran verídicas o falsas, pasaban a toda velocidad por su retina, no por ello con menor detalle del que se podría haber apreciado tras años de minuciosa observación. Dolor, angustia, felicidad, ira, esperanza. Noches. Más noches de las que cualquier persona hubiera conocido jamás. Noches en vela adorando la luna, noches de pecados y de crímenes, noches de lujuria, noches entre olvidados manuscritos. Pero todas solo. Él había sido el único protagonista de su vida, pues nadie hubiera sido capaz de llegar a importarle. Y se odiaba por ello. Ahora veía las imágenes de su juventud, cuando aún la inocencia característica de los humanos no se había visto corrompida. Ahí estaban sus primeros recuerdos, sus primeras amistades, su familia, su hogar. Todos muertos y convertidos en polvo. De pronto, nada, Ya no veía nada, y perfectamente podría haber sido víctima de la ceguera si no fuera porque tenía los párpados cerrados. Permaneció inmóvil, en completo silencio, sin mover un sólo músculo, como cuando al despertar de un plácido sueño cerramos los ojos intentando reanudarlo. Con la única diferencia de que esto no era un sueño. Las alucinaciones llevaban repitiéndose desde entonces, cada vez que intentaba dejarse atrapar por las garras de Morfeo. Nadie, absolutamente nadie era capaz de imaginar con que fuerza añoraba soñar, o simplemente, dormir. Ya no dormía, no lo lograba desde hacía milenios, su cuerpo había dejado de necesitarlo tiempo atrás. La presión en su pecho aumentó momentáneamente, pero no a causa de la ansiedad, pues ya había olvidado la capacidad de inquietarse, ahora ya nada conseguía sorprenderle. Él mismo se hubiera arrojado al vacío con gusto de saber que así hubiera puesto fin a su “vida”, pero esa era su maldición, la vida y la muerte están entrelazadas, y fue por ello que, tras desligarlas, perdió ambas. Al principio no lo notó, se limitó a disfrutar de lo que el creía una vida plena, sin embargo, con el paso de los incontables siglos, su existencia se agrió, todo se le hacía repetitivo, el encanto de su universo que un día le cautivó, se había diluido. Ya no le quedaba nada por hacer, nada por ver, nada por conocer, a excepción de la única cosa que lograría hacerle feliz, una manera de acabar con su injusta existencia.
Volvió a intentar dormir.


I.

12-5-14

No hay comentarios:

Publicar un comentario