Los
recuerdos se arremolinaban en su cabeza, provocándole una terrible
confusión. ¿Qué era real? ¿Qué no lo era? Las escenas, ya fueran
verídicas o falsas, pasaban a toda velocidad por su retina, no por
ello con menor detalle del que se podría haber apreciado tras años
de minuciosa observación. Dolor, angustia, felicidad, ira,
esperanza. Noches. Más noches de las que cualquier persona hubiera
conocido jamás. Noches en vela adorando la luna, noches de pecados y
de crímenes, noches de lujuria, noches entre olvidados manuscritos.
Pero todas solo. Él había sido el único protagonista de su vida,
pues nadie hubiera sido capaz de llegar a importarle. Y se odiaba por
ello. Ahora veía las imágenes de su juventud, cuando aún la
inocencia característica de los humanos no se había visto
corrompida. Ahí estaban sus primeros recuerdos, sus primeras
amistades, su familia, su hogar. Todos muertos y convertidos en
polvo. De pronto, nada, Ya no veía nada, y perfectamente podría
haber sido víctima de la ceguera si no fuera porque tenía los
párpados cerrados. Permaneció inmóvil, en completo silencio, sin
mover un sólo músculo, como cuando al despertar de un plácido
sueño cerramos los ojos intentando reanudarlo. Con la única
diferencia de que esto no era un sueño. Las alucinaciones llevaban
repitiéndose desde entonces, cada vez que intentaba dejarse atrapar
por las garras de Morfeo. Nadie, absolutamente nadie era capaz de
imaginar con que fuerza añoraba soñar, o simplemente, dormir. Ya no
dormía, no lo lograba desde hacía milenios, su cuerpo había dejado
de necesitarlo tiempo atrás. La presión en su pecho aumentó
momentáneamente, pero no a causa de la ansiedad, pues ya había
olvidado la capacidad de inquietarse, ahora ya nada conseguía
sorprenderle. Él mismo se hubiera arrojado al vacío con gusto de
saber que así hubiera puesto fin a su “vida”, pero esa era su
maldición, la vida y la muerte están entrelazadas, y fue por ello
que, tras desligarlas, perdió ambas. Al principio no lo notó, se
limitó a disfrutar de lo que el creía una vida plena, sin embargo,
con el paso de los incontables siglos, su existencia se agrió, todo
se le hacía repetitivo, el encanto de su universo que un día le
cautivó, se había diluido. Ya no le quedaba nada por hacer, nada
por ver, nada por conocer, a excepción de la única cosa que
lograría hacerle feliz, una manera de acabar con su injusta
existencia.
Volvió
a intentar dormir.
I.
12-5-14
12-5-14
No hay comentarios:
Publicar un comentario