domingo, 17 de mayo de 2015

Hasta la polla.

Joder. Por tópico que sea, es. Todos queremos un mundo genial y mejor sin cambiar nuestros hábitos ni mover un dedo. No queremos guerras pero bueno, queremos gasolina y si el país que tiene el petróleo no nos lo vende habrá que obligarle. Pero oye, las guerras son malas. Queremos igualdad cuando miramos al de arriba pero lo olvidamos cuando vemos alguien que está por debajo. Apartamos la vista para evitar un cruce de miradas  cuando pasamos junto a un mendigo como si sus ojos tuvieran el poder de reflejarnos y recordarnos nuestra propia hipocresía. Nos lamentamos cuando sale en la tele eso que designamos como tercer mundo pero en cuanto emiten un anuncio de un champú o un coche mejores, pensamos en comprarlo. Unas vacaciones, pensamos en ir. Hasta ahí llega nuestra conciencia. Unos colores brillantes por una pantalla nos hacen olvidar el sufrimiento y el dolor que acabamos de ver. Podemos ser una de las peores especies. Da igual que otros se coman a los suyos, da igual que un animal se pelee con otro por una hembra. Porque bien que nos gusta sentirnos especiales alegando que ellos tienen instinto y nosotros raciocinio. Aun suponiendo que esto sea así, que a veces seriamente lo dudo, no hace más que agravar la situación. Somos conscientes de la barbarie que cometemos, y aun así lo hacemos y no movemos un dedo para evitarlo. Joder. Al pueblo no se le puede dar lo que pide. Sino lo que necesita. “¿Quiénes son cinco personas para decidir por otras mil que les conviene?” Me han dicho. ¿Y quiénes son cinco médicos para decidir por mil enfermos que les conviene? Pero claro. Sofismo. Si un partido político cometiera la temeridad de elaborar un programa en el que se hiciera lo necesario para mejorar el bien común y global, ¡daría lo mismo! La gente tendría otros cien para elegir que sí prometen lo que quieren oír. Por dios. La verdad ya no se valora hoy día, pues para ser tan sumamente inteligentes y desarrollados tenemos una memoria comparable a la de un pez. Y ojo, no hablo del comunismo. Estoy completamente en contra de él. Y también del capitalismo. El primero, por la falta de motivación personal para progresar que produce en las personas. Del segundo, por la brecha que crea entre los distintos sectores de la sociedad. ¿Para qué voy a dedicarle horas extras a inventar algo si no podré crear una empresa para comercializarlo y hacerme rico? ¿Para qué si trabajando mis ocho horas ya tendré lo mismo que todos los demás? Advierto que no he leído ningún libro sobre lo uno ni sobre lo otro, pero. Los humanos no somos hormigas. No podemos vivir en completa igualdad. Pero tampoco debemos ser depredadores caníbales que nos aprovechamos del débil para hacernos nosotros más fuertes. Y otra. Joder. Estamos ciegos. Voluntarios o forzados, lo estamos. ¿Dónde cabe que un futbolista gané más en un día que el premio al mejor físico joven de España? Por supuesto, hay que ver lo tonto que soy, lo primero es cien mil veces más importante, ya que, total, mueve más dinero. Y así nos va. Ya no hablo de la fuga de cerebros que se está dando en España. Me importa una mierda, nunca he sido demasiado patriótico. Hablo de que tenemos los días contados. Nos estamos cargando la tierra y mientras, en lugar de impulsar lo único que puede salvarla, y por ende, salvarnos, lo damos de lado y nos cegamos con deportes de masas y realities hechos por, y para, retrasados mentales. Y oye, ¿os imagináis de que se trata de una enfermedad biológica extendida para volvernos tan retrasados que hagamos morir a nuestro propio hogar y así acabemos extintos antes de salir ahí fuera? Es una posibilidad, de ciencia ficción, por supuesto, pero no se os ocurra decirme que no lo parece también el camino que hemos tomado. Si lo ves con sangre fría, más parecemos parásitos devorando y destrozando nuestro huésped que unos seres desarrollados e inteligentes. El mundo se va a la mierda, y nosotros con él, pero estoy seguro de que más de uno se irá con los ojos puestos en un balón o con el mando sujeto en las manos. Nunca reaccionamos hasta que no es demasiado tarde, lo podemos comprobar constantemente. Pero estamos acostumbrados a las constantes segundas oportunidades. No te arrepientes cuando tu relación se enfría y os distanciáis, sino cuando pierdes a tu pareja por completo. No dejas de fumar hasta que estás al borde de la muerte por el tabaco o sufres un cáncer, no cuando notas que pierdes resistencia física y salud. No te echas crema solar hasta que por lo menos has notado el dolor de las quemaduras una vez. Pero somos animales de costumbres. A la larga todas esos castillos de promesas para recuperarla se convertirán en nubes que se llevará el viento del tiempo. A la larga, muy probablemente vuelvas a fumar, porque oye, ya has pasado una enfermedad, seguro que pasas otra. Y seguro que el próximo verano, se te vuelve a olvidar echarte crema desde el primer día. Sin embargo, ocurre algo. Desgraciadamente la Tierra no es una pareja enamorada ni unas células que se regenerar ni una madre que nos recuerde que nos echemos crema. No existen perdones ni medicamentos ni after-sun para ella. Aquí si la cagamos, la cagamos pero bien. Y no sólo para nosotros. Ya que al fin y al cabo nuestras acciones cotidianas sólo nos afectan a nosotros y a los que nos rodean. Pero no esta vez. No pocos millones de especies (conocidas) se extinguirán por nuestra incompetencia. Me pone más que enfermo. No digo que los humanos deberíamos desaparecer, ni mucho menos. Hemos hecho cosas geniales a lo largo de la historia, pero sí cambiar. Sí abrir los ojos y darnos cuenta de la realidad. De lo que hacemos a diario. Únicamente fijándonos de verdad en nuestros actos cotidianos marcaríamos un cambio. Sí, por supuesto, sería un grano de arena minúsculo, pero mejor añadirlo a la parte de arriba del reloj que a la de abajo. Y sólo sería el principio. Somos demasiados. Es un hecho, no una opinión. Y cada vez somos más.  Y vamos a seguir creciendo. Nadie es quien para decirles a una pareja de enamorados que no pueden tener un hijo así de buenas a primeras, sería una estupidez. Pero algo hay que hacer. Quizás suene drástico, pero es eso o expandirnos fuera de la tierra, y aunque me gustaría verlo, no llegaremos a tiempo. Hablo de lo que propone la serie Utopía. Volviendo al hilo central, mirad a vuestro alrededor. Observad. Sólo eso. No digo que hagáis nada, únicamente mirad y pensad en lo que veis. Y luego en el espejo. Todos tendemos a pensar que son los demás y no yo quienes lo hacen mal. Pero no es así. Todos y cada uno de nosotros somos igual que los demás. La estamos cagando y es un trabajo de equipo. Y eso es lo único bueno que se puede sacar de todo esto. Estamos trabajando en equipo, aunque sea para destruir nuestro hogar y a nosotros mismos con él. Enhorabuena.

Iván.
15-5-15

No hay comentarios:

Publicar un comentario